Susurrarte, destello de mi sangre
cargarte en mis brazos, pequeño brillo;
mecerte al sueño, mi dulzura alegre.
Sin soltar tu mano, se va el olvido.
El líquido reflejo de tu estrella
brota para andar en el río dócil
donde tu primer llanto se hizo seña,
en los astros, de una pequeña xóchitl.
Florece, mi niña, entre las manos
de un sol y una luna a las que les ruego
sepan peinar castaño inquieto y grato.
Respira en la paz y el humilde canto
que te obsequia esta tu hora cuando quiero
decirte: eres de mi vida cielo y halo.