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Los mitos del hombre perdido quieren tu correcta llamada, aquella que aleja innobles infancias. El paso que das, afirman, es el sollozo de una letra dormida. Gritan pecados para escucharte forzar una puerta que no abre.

La indiferencia ondula entre los dedos de una perfecta deidad, derramando seducción con ambigüedad razonada. Acepta el arte oral como el mandamiento amoroso de unos labios oportunos. Abraza sus benditas redundancias.

Ahora tus colores figuran en su entorpecido orden, culpables los sexos del origen nefasto e inoportuno, piden silencios y besos entre antagónicas desgracias:

“Búscate derramando tinta adversa e inolvidable. Que sea breve tu lágrima, que cumpla con su lugar perdido. Crea la sangre de los movimientos ajenos, sus equívocos defiende y espera a los más sabios: ellos y ellas y todos los idiomas perfectos dictarán tu deber”.

La máquina fallece primero, exhalando temida privación. Ignoras tus temblorosos dedos ante el juramento interminable. Has encontrado el rostro sin forma e ignorante lo moldeas para otros.

Los laberintos de mi piel conjuran el cambio ineludible, desde el diálogo me traicionan para vivir su propia poesía.

No olvides que sé de mi denuncia.

Sólo deja esas tragedias intocables,

intachables

e inhóspitas.

Publicado por H. M. Huízar

H. M. Huízar escribe poesía y desarrolla videojuegos.

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